Al rescate de nuestra capacidad de asombro

¿Recuerdas cuando eras niño y veías un show de magia? Observabas cómo el mago de repente, ayudado de unas palabras mágicas y unas señas con las manos, sacaba de su sombrero negro un conejito y luego lo volvía a desaparecer para convertirlo en un retazo de tela y nuevamente lo volvía a desaparecer para dejar el sombrero vacío, intacto como al inicio. ¿Cuántas veces hemos vuelto a sentir ese desconcierto en nuestra vida adulta? ¿Nos lo permitimos hoy? ¿Tienes la sensación de que cuando éramos niños, era mucho más fácil sentirse así? Porque no solo era una sensación de sorpresa, sino que era un desconcierto que te dejaba con las ganas de ver más. Ésa es la capacidad de asombro que poseemos todos, pero que algunos hemos dado por perdida al dar paso al excesivo trabajo de la razón en nuestro diario actuar. Racionalizamos la mayoría de nuestras acciones y pensamos que dejarnos sorprender al estilo infantil hoy, sería algo “tonto”. Olvidamos que la vida también está hecha de momentos que nos pueden llenar de ese asombro mágico, e ignoramos que eso nos brinda el estímulo para hacer esta travesía en la tierra, mucho más plena y divertida. Desplegando, además, un horizonte de posibilidades creativas para evolucionar como seres humanos. Una manera de permitirnos rescatar nuestra capacidad de asombro es darnos el permiso de sentir y estar atentos a lo que eso nos puede comunicar, eso es emplear nuestros 5 sentidos a nuestro favor, para nuestro goce personal (siempre que no implique el perjuicio de otros o de nosotros mismos), es estar presentes en cada experiencia de nuestros sentidos. De ese modo podemos, por ejemplo, disfrutar de una caminata descalzos por el césped o la arena, dejar que nuestro tacto explore sin juicio alguno su paso por diferentes superficies, tomarnos un tiempo para saborear conscientemente los alimentos que ingerimos, escuchar el soplar del viento mientras observamos el vuelo libre de las aves o respirar el aroma de una flor. Como profesionales en aromaterapia, damos fe de la increíble capacidad que tiene el sentido del olfato para conectar con nuestras emociones, vemos cómo nuestros clientes y alumnos que pasan por la prueba de aromas son envueltos inmediatamente por recuerdos, sensaciones, sentimientos que, al encontrar el aroma para ellos, producen un cambio en su estado de ánimo y les posibilita el equilibrio emocional. Una de las cosas que más nos alegra el corazón es ver las caritas de sorpresa de las personas cuando, por ejemplo, respiran el aroma de un aceite esencial de rosa que de inmediato les hace sentir calidez, como el abrazo de mamá, y los conecta al amor. Recuerdan entonces esa capacidad de asombro que tenían cuando eran niños o infantes, notan que sentirse así de cubiertos por emociones puede ser de tanta ayuda para explorar más en ellos mismos y quizá atreverse a dar un paso más, hacia la magia que creían olvidada de la vida. Jackeline Zorrila (Asistente Ekala)

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